13 nov 2009

El sabor de la sangre

Hay un viejo mito que dice que todas las cosas, inclusive las que nosotros les decimos"inanimadas" en realidad estan vivas, tienen espiritu y son testigo de lo que les sucede a su alrededor.
Algunas tribus lo llaman "manitou", otras "totem", algunas simplemente espiritu.
A que viene esta corta explicacion?
Me gusta coleccionar cuchillos plegables y alguna que otra cosa que tenga filo y sirva como herramienta cotidiana. Y digo cotidiana porque es mi costumbre, desde hace mucho tiempo, siempre llevar a todos lados, perdida en un bolsillo, alguna cortaplumaz suiza. Tanto es asi que ya se transformo en parte de mi propio "folklore".
Casi siempre me tajeo algun dedo y, sin prestarle demasiada atencion en realidad, empece a notar que cada vez que usaba alguna herramienta nueva, y llamo usar a realizar una sencilla talla en madera, cortar algun alimento para cocinar o alguna tarea que ya pasa de sencilla y se convierte en un uso mas "sofisticado" por decirle asi, me pasaba lo mismo.
En forma muy egoista, me lo atribuia a mi propia falta de experiencia en el manejo de la nueva herramienta, y no podia concebir que la herramienta, por si misma, dessrrollara una accion "por su cuenta"
No se lo puede concebir. Uno acciona la herramienta y no la herramienta a uno. Verdad?
Me llamo mucho mas la atencion que casi siempre, los cortes en las manos me los hacia con productos que anteriormente tuvieron otro amo, otro propietario por decirlo asi, ya que algo que tiene vida propia no tiene propietario, No es asi ?
Efectivamente, me di cuenta que, de todos los productos que tengo, solo habia recibido cortes de aquellos que fueron usados, aunque sea por un lapso minimo, por otra persona.
Y aqui es donde comence a ver y a percibir, no entender, el humor de los espiritus que habitan en cada una de las piezas de mi coleccion.
Un cuchillo o una navaja no posee ojos, nariz ni boca, podriamos decir que esta "aislado" del mundo en la forma en que nosotros lo percibimos. Y digamos que solo siente la mano de su "amo" y con eso le es mas que suficiente.
Esta mas que claro que esa persona, su anterior amo, no soy yo, y claro, tengo otra mano...
Y al percibir esta humilde criatura una mano ajena, no conocida, en su forma mas humilde y sincera nos da una noble bienvenida: quiera saber que gusto tiene nuestra sangre, y saber asi, quienes somos. Es su afectuoso saludo, en el cual nos avisa que sabe como cortar y lo debemos tratar con respeto. Que no nos abusemos de la nueva relacion que entablamos.
Que lo cuidemos, porque es, en definitiva, un ser tan vivo como nosotros.
Nos hace saber que un magico ser vivo, habita en nuestro bolsillo y es nuestro aliado, nuestro devoto sirviente.

2 nov 2009

El mar en la palma de la mano

Hace años que cada vez que voy a la Costa me traigo piedras y caracoles. En casa tengo por todos lados, arriba de repisas, mesas, en la barra, hasta en la ventana de la cocina. Llevo también siempre alguna en la mochila. Y Caro, mi super novia, también tiene.
Agarrarlas me hace pensar en la playa, el ruido de las olas y el horizonte de agua. Enseguida me encuentro allá, en Villa Gesell, reviviendo algún momento específico o, simplemente, sintiendo lo que allá sentía.
Por otro lado mi casa tiene agujeros por todos lados, en las repisas, mesas, en la barra, hasta en la ventana de la cocina. Agujeros que comunican al mar. Hasta llevo un agujero en la mochila; y cada vez que lo veo, miro para el otro lado. Pero siempre tengo que volver.

Sin embargo, estos Hechizos de Translocación me cambian el día, y la vida.

1 nov 2009

La cintita protectora

El miércoles en el trabajo admisioné a una chica que estaba leyendo el último libro de Harry Potter "Las reliquias de la muerte". En ese momento me dieron muchas ganas de tenerlo, para poder leerlo una vez más, esta vez en papel. Un poco de envidia de la clásica. A continuación vi que en su muñeca derecha llevaba una cintita roja. Imaginé que una barrera invisible detenía en seco a mi envidia. La chica se fue a sentar, lo más pancha, y se puso a leer hasta que el médico la llamó.Un típico Hechizo de protección.

Elegir tu destino por sólo $1.10

El otro día me subí al bondi, para ir al trabajo ni más ni menos.

- Buen día... $1.10 por favor - le dije al chofer.

Cuando me dirigí a la maquina lei lo siguiente:
"Indique su destino"

El tipo apretó unos botones y enseguida el mensaje desapareció, para ser reemplazado por:
"$1.10 Pague por favor"

Yo no había indicado mi destino, que vaya uno a saber cuál es.

Desde que el hombre es hombre la pregunta da vueltas y vueltas, sin nunca obtener (creo que por suerte) una respuesta definitiva, que ponga fin al problema.

Yo procedí a meter las monedas de a una y no muy rápido. El monto fue descendiendo de a poco, hasta que llegó a $0. Al rato me bajé y fui a trabajar. Mi destino sigue siendo incierto, por lo menos para mí.

Un claro Hechizo de Premonición, que no se llevó a cabo, por no obtener respuesta.

Materialización a través de la palabra

Resulta que estábamos en la hora del almuerzo, un sábado como muchos otros, entre la clase de Idioma chino y la de Digitopuntura, comiendo en la vereda que da a Corrientes al 5000, charlando de los seres queridos que, en general, evitan con sus sentimientos que una persona lista ya para morir se siga quedando en este mundo, sufriendo. Fue en este momento que Diego, uno de mis compañeros, habló de un libro.

El libro cuenta la experiencia que Marlo Morgan vivió junto a los aborígenes australianos mientras recorrían el inmenso desierto de Australia. Diego citó el libro para contar que estos aborígenes tenían la habilidad de (cuando creían que su misión se había cumplido) sentarse y morir, desconectarse.

Diego, sin saberlo, realizó en ese momento un Hechizo de Invocación.

Porque 2 días después, vagando dentro de la Boutique del Libro de San Isidro mientras mi novia se recuperaba de una apendisectomía en el San Lucas, me choqué con el libro. No estaba junto con muchos otros, sino que, en lugar de verse sólo su lomo, lo habían puesto de manera que se veía la tapa. Apoyado en el estante, tapando otros libros que quedaban detrás, el libro me miraba sonriente y yo, un poco atónito, devolvía el gesto.
Desgraciadamente no tenía plata para comprarlo, así que después lo busqué en Internet, lo bajé y lo imprimí. Ahora lo estoy leyendo.